¿Vale la pena ESTUDIAR? 🤔 Veamos…

Los estudios se encaraman a la cima de las preocupaciones de madres y padres, especialmente cuando llega la adolescencia de sus hijos.

Se sigue la máxima: «Sin estudios no hay futuro», o, más bien, tu futuro está crudo si no tienes estudios.

Sin embargo, los tiempos han cambiado y no poco en las últimas décadas y los estudios ya no marcan tanto la diferencia. Vamos a ver por qué y qué otras cosas se pueden potenciar para aumentar las opciones de un buen futuro para tu hij@.

La importancia de los estudios «antes»

Los estudios, sobre todo los superiores, hace tan solo unas pocas décadas marcaban una diferencia enorme en el futuro de las personas.

Al fin y al cabo, eran muchos los que accedían únicamente a estudios básicos y sólo unos pocos los que llegaban a estudios superiores. Esto hacía que llegar a la universidad te diferenciase de la masa, los universitarios podían considerarse como la élite. Pero hay más variables en esta ecuación.

Para empezar, la situación económica generalizada no permitía a muchas familias mantener a los hijos estudiando hasta la universidad. Estaba mucho más normalizado empezar a trabajar en la adolescencia temprana para colaborar en casa. Por tanto, en una mayoría de casos era esta situación económica precaria la que impedía el acceso a la universidad. 

Esto plantea una diferencia de clase social, los que acababan la universidad (hablando en términos generales) no solo eran titulados superiores sino que también venían de clases altas. Esto suponía una ventaja adicional al título, contactos, recursos, etc.

Ya estamos viendo cómo los estudios marcaban la diferencia por 2 factores importantes que hoy no permanecen:

  • Eran pocos los que llegaban a estudios superiores. Eso les diferenciaba de la masa y les convertía un bien escaso.
  • Pertenecían a clases sociales aventajadas con los consecuentes beneficios extra.

La indiferenciación de los títulos ahora

Según lo visto hasta ahora, cuando se abría un proceso de selección, encontrar una persona con estudios superiores hace un tiempo era un reto mayor y eso elevaba su valor en el mercado laboral.

Ahora, cualquier trabajador de recursos humanos recibe cientos de currículums con títulos universitarios, especializaciones y másteres. ¿Cuántos graduados, diplomados y licenciados trabajan en hostelería o tiendas de ropa?

La situación de la sociedad que hemos conocido el siglo pasado nos llevó a la conocida «titulitis» porque en esa situación los títulos sí marcaban una diferencia mayor.

Actualmente, «cualquiera» tiene un título. Por tanto, el título ya no marca la diferencia.

Uno de los errores, desde mi punto de vista, más comunes en esta transición ha sido cierta tendencia a diferenciarse por cantidad. Es decir, se busca tener más títulos. Por eso, en las últimas dos décadas comenzaron a proliferar las especializaciones, másteres y demás. No me malinterpretes, están genial, pero no es el camino más eficaz ni el más eficiente. Además, al ir una masa relativamente grande de personas en esa dirección, se reduce considerablemente la diferenciación.

Acceso a la información

Existe una circunstancia más que ha cambiado drásticamente en los últimos años: el acceso a la información.

Antiguamente el universitario tenía acceso a una información que no estaba al alcance del resto del mundo. Sí, había bibliotecas, pero no era sencillo abarcar el conocimiento que se daba en la universidad.

Ahora toda la información es accesible a toda persona con acceso a internet. 

La universidad ya no posee el monopolio de la información. Es más, ahora la universidad está en desventaja. Actualizar los temarios de las universidades es una tarea titánica, burocrática y lenta. Google, YouTube, los distintos cursos online, blogs, videoblogs, etc. se actualizan a diario.

Cantidad de información

No solo ha cambiado el acceso a la información, también lo ha hecho y de forma estratosférica la cantidad de información que se genera.

Todos los estudiantes pasan por el mismo embudo de información en el sistema educativo, desde primaria a la universidad o los módulos. Pero es imposible que esos centros educativos condensen toda la información existente y útil.

Eso nos lleva a dos situaciones distintas que reducen la relevancia de los estudios oficiales:

  • En los trabajos, la especialización cada vez es mayor, no solo en el área de trabajo sino también en los procesos. Por tanto, la gran inversión en tiempo del sistema educativo que lleva a todos por el mismo camino no les prepara de la mejor manera para la diversidad de caminos que se van a encontrar a posteriori.
  • Los alumnos se acostumbran a que otros filtren por ellos lo que es relevante y lo que no. Sin embargo, cada vez tiene más relevancia que uno mismo encuentre la información que optimice su trabajo y las opciones de lograr los resultados esperados en el mundo laboral.

Entonces, ¿qué podemos hacer?

Aprender a aprender

Ya no vale con estudiar lo que nos dicen y punto. Ya no sirve estudiar para aprobar y olvidarlo al día siguiente. Ya no es suficiente con aprender un área específica y quedarse ahí. Vivimos en la era de la información y eso hace que los que mejor aprendan y mejor sepan manejar la información que tienen llevarán ventaja.

Fortalecer la autoestima, la confianza en uno mism@ y la seguridad

En un mundo lleno de titulados, la persona es lo que se distingue. En un tiempo en el que la información es valor, quién se atreve a buscar en lugares que nadie ha pensado antes o a mezclar áreas de conocimiento que nadie había imaginado puede encontrar un tesoro. Para eso hace falta una buena dosis de este tridente: autoestima, confianza y seguridad.

Valorar el riesgo

Con lo introducido en el punto anterior, está claro que habrá que asumir ciertos riesgos. Aunque solo sea el riesgo de empezar un camino que no te lleve a ningún sitio y tener que volver a la línea de salida. Pocas carreras quedan que te garanticen una salida segura, ¿cuántos acaban sus estudios y no encuentran un trabajo en lo que estudiado?. Así que el riesgo es parte del juego.

Estructurar los valores

Serán los pilares sobre los que se asiente la personalidad de tu hij@. Ya hemos dicho que en un mundo lleno de titulados y en el que la información y la habilidad es lo más valioso la persona es lo que destaca. Una persona con valores firmes que le ayuden y no le paralicen es imparable.

Exponer nuestras habilidades y conocimientos

El tiempo de redactar el currículum con la plantilla tipo de internet y una carta de presentación en la que solo se cambia el nombre de la posición y de la empresa ha muerto. Bienvenidos por fin al mundo en el que puedes exponer lo que realmente vales para que todos puedan verlo bien.

Fomentar la creatividad

El sistema educativo nos lleva a todos al mismo ritmo y por el mismo camino al mismo lugar. Nada como la creatividad para que tu hij@ sea capaz de hacerse un hueco y que se le vea. Recuerda que hasta los más tímidos necesitarán un trabajo y para eso un reclutador tendrá que verle más y/o mejor que al resto.

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