Jordan Peterson dijo «Puedes permitir que salgan al mundo y les dañen o sobreprotegerles y dañarles de esa manera. Esta es tu elección: puedes hacer a tu hijo competente y valiente o ponerle a salvo, pero no puedes ponerle a salvo porque la vida no es segura. Así que si sacrificas su competencia y valentía para protegerle, le desarmas completamente y todo lo que puede hacer es rezar porque alguien le proteja».
La vida golpea
Un boxeador no solo recibe golpes en el ring, también los recibe en el gimnasio. En realidad el gimnasio es un lugar seguro, no tendría por qué llevarse golpes ahí. Podría hacer todos los entrenamientos bien protegido y con más cuidado de que no le peguen. Así estaría más fresco cada día y se ahorraría sufrimiento.
Sin embargo, no es así como se entrena. Claro que hay entrenamientos cuyo objetivo es únicamente mejorar la condición física o cualquier otro aspecto del deporte, pero son imprescindibles los entrenamientos en los que le golpean duro para hacer callo, para ganar resistencia, para aprender a esquivar o protegerse de lo que le va a venir en el ring, para incrementar su fortaleza mental cuando le pillan con la guardia baja, etc.
El boxeador sabe que, por muy bueno que sea y por mucho que se haya preparado, se va a llevar buenos golpes en un combate y debe prepararse para ello.
La vida golpea sí o sí. Enfermedades, despidos, rupturas y crisis en una relación, traiciones, malos tiempos económicos, fracasos, lesiones, etc. Pese a ello, madres y padres se obcecan con proteger a sus hijos para evitarles sufrimiento.
Se supone que estás entrenando a tu hija para salir al ring de la vida por su cuenta. ¿La estás entrenando para que salga bien preparada o tratas de que llegue sin callos en las manos y en los pies y sin ningún moratón?
Tú no puedes esquivar por tu hijo
Como madre o padre, ves los peligros mucho antes que tu hijo adolescente. Por un lado por tu experiencia, por otro, porque tu hijo está en plena etapa de exploración y eso le hace ver menos los peligros y por algunas razones más. ¿Qué haces cuando ves un peligro que él no parece estar viendo?
Tratas de protegerle para que no sufra. Intentas darle las pautas o incluso obligarle a esquivarlo o puedes tratar de esquivarlo tú por él haciendo un trabajo que no ha hecho por ejemplo.
Yo soy instructor de capoeira, un arte marcial brasileño, y te aseguro que mi maestro jamás logró esquivar un golpe que venía dirigido hacia mí por mucho que lo viera venir con antelación. Lo que sí hizo fue golpearme, era mejor recibir los golpes en un entorno de confianza que fuera. ¿Sabes cómo aprendí a esquivar? Enfrentándome a los golpes y llevándome unos cuantos. Yo enseñaba a mis alumnos de capoeira la técnica de la esquiva, pero ellos tenían que aprender a aplicarla solos cuando se les acercaba un golpe.
En lugar de sobre proteger, entrénale bien
Te dejo algunas pautas que creo que te pueden ayudar a entrenar a tu hijo para el sufrimiento en lugar de protegerle de él. Habría muchas más seguro, pero este es un buen lugar para comenzar:
- Instrúyele. Antes de lanzar una patada a un alumno le había enseñado cómo se esquivaba. No esperes a que llegue el primer golpe para instruirle. Ya sabes muchas de las cosas que pueden pasar. Adelántate con la teoría y algo de entrenamiento previo sabiendo que, aún así, se llevará unas cuantas.
- Empieza despacio, incrementa gradualmente. Mis patadas a un alumno nuevo iban muy lentas, a uno avanzado iban a toda leche. Con tu hijo, déjale que se enfrente solo a una asignatura primero en lugar de al curso entero. Dale espacio poco a poco e incrementa siempre un poco más de aquello para lo que creas que está preparado.
- Déjale decidir. Su vida, sus decisiones. Y si se equivoca pues ayúdale a aprender del error. Si le evitas ese fallo, también le privas de la lección.
- Sus conclusiones antes que las tuyas. Después de que un alumno fuese derribado, era mucho mejor preguntarle qué había pasado en lugar de explicárselo yo directamente. Cuando tu hijo meta la pata y cuando acierte no te precipites para darle las conclusiones. Pregúntale y espera a que ella saque sus propias conclusiones primero. Luego, ayúdale a profundizar sobre sus propias conclusiones. Por último y si fuese estrictamente necesario, dale alguna conclusión adicional que estimes importante.
- Sube su guardia. Si los brazos estaban arriba en cada entrenamiento, acabarían por subir instintivamente y proteger de muchos golpes futuros. Prepárale cuando no pasa nada para que su mente resista. El agua fría o la respiración agitada incrementan el flujo de adrenalina en nuestro cuerpo, uno de los químicos del estrés. Sin embargo, al liberar esa adrenalina en un entorno controlado podemos mantener la calma y eso nos ayuda a mantener mayor calma en una situación de estrés real. Si tiene novio puede visualizarse manteniendo la calma, incluso la felicidad, en su ruptura. Lo mismo con repetir curso o cualquier otra cosa.
- Fortalece su resistencia. Para que las piernas de un alumno resistieran y respondiesen de forma adecuada para poder esquivar una patada tenía que fortalecerlas con entrenamientos específicos. Enfrentarse a situaciones difíciles, a cosas que no le gustan, a tareas complejas, hacer algo que todo su ser trate de evitar… a diario. Pueden ser flexiones, una ducha fría, un resumen, leer… Siempre que sea algo útil de alguna manera. Eso incrementará su resistencia al resto de golpes de la vida.
- Gana agilidad. Una cosa era que la pierna del alumno estuviese fuerte y resistiese y otra era que tuviese agilidad para responder a tiempo. Parte de la agilidad depende de la capacidad muscular para resistir, pero lo más importante es la anticipación al golpe. Hacer análisis regulares de lo que puede suceder le ayudará a anticiparse y ganar esa agilidad. Crear supuestos, si sucede A, haré B o C. De nuevo, cuanto más lo haga solo, mayor agilidad ganará.
- Déjale soñar. Cuando comencé capoeira, mis amigos se reían de mí porque no tenía las habilidades necesarias para ese deporte. Años después algunos de ellos se convirtieron en mis alumnos. Lo que tu hijo ha demostrado hasta ahora le ha llevado hasta donde está, pero eso no tiene por qué marcar a dónde puede llegar. No subestimes la capacidad de crecimiento derivada de perseguir un sueño se alcance o no. ¿Y qué pasa si no lo logra? Muchos piensan que es mejor no entrar en el camino si no se va a poder acabar. Así te ahorras la frustración del fracaso y el sufrimiento de tanto caminar. No intentar lo que se quiere también frustra y encima se habrá evitado todo el aprendizaje del recorrido que sí logró realizar.