Es mi casa y son mis normas… ❌ERROR

«Es mi casa y son mis normas», «Aquí mando yo», «Mi techo, mis reglas»… Da igual la forma en que se diga, no te va a ayudar en la relación con tu hij@. Al revés, va a generar rechazo y más en la adolescencia cuando surge una tendencia muy fuerte a rebelarse contra la autoridad.

Sin casa

Piénsalo así, si como es tu casa son tus normas, eso quiere decir que no es su casa. Tu hij@ no tiene casa. No tiene ningún lugar en el que sentirse seguro. No tiene ningún lugar en el que refugiarse. No tiene ningún lugar en el que desarrollar su autonomía. No tienen ningún lugar que le proporcione la seguridad del hogar.

¿Acaso no quieres que tu hij@ sienta que está en su casa?

En la pirámide de necesidades de Maslow, la seguridad está en el segundo peldaño solo por encima de las necesidades básicas como comer, beber agua o dormir. La seguridad implica tener un lugar en el que sentirse a salvo. ¿A salvo de qué? Hace muchos años, en las cuevas, estaban a salvo de depredadores o de la lluvia por ejemplo. Esas eran las amenazas que podían causarles daño. 

Ahora ya no nos enfrentamos a peligros de vida o muerte en nuestro día a día. Hemos conseguido vivir sin tener que esquivar a la muerte para obtener comida o defender nuestro territorio. Sin embargo, viviendo en sociedades tan complejas, sí necesitamos sentirnos a salvo a nivel emocional. Las amenazas son distintas, pero siguen estando ahí. Es más, ahora están más presentes que nunca.

La imagen a nivel social no descansa y es omnipresente. Esa presión despierta mucha inseguridad en los adultos y más aún en los adolescentes que, por un lado, están descubriendo su identidad y, por otro, están en el ojo del huracán de juicios y críticas por su mera condición de adolescentes.

En esta situación, tener un lugar en el que refugiarte, en el que ser tú, en el que no tener que dar imagen, en el que poder despreocuparte y en el que tener capacidad de decisión es fundamental.

Si es tu casa, no es la suya y eso le despoja de ese lugar tan necesario y más aún en su etapa adolescente. Por eso, en realidad, estoy convencido de que no quieres que sea tu casa y sí que sea vuestra casa. Por supuesto, que tú liderarás pero el líder no impone las normas según su punto de vista sino que habla y negocia por el bien común.

Peligros

Volviendo a la amenaza en nuestro sistema nervioso autónomo se percibe como cualquier tipo de peligro que sintamos y activa el sistema nervioso simpático, liberando los neurotransmisores del estrés y adaptando el funcionamiento de todo nuestro ser: se acelera el bombeo del corazón, respiramos más rápido, se lleva más riego sanguíneo a las extremidades, se reduce la actividad en el sistema digestivo, etc.

Actualmente, el ritmo de vida y las exigencias de las civilizaciones «avanzadas» hacen que vivamos en una situación de estrés crónico. Tenemos mucho que cambiar en este aspecto y comentaré en otros posts.

Tu hij@ también vive en esa borágine de exigencias y, como hemos visto, en la adolescencia se agraba la situación. Su cortex prefrontal, la zona del cerebro que regula emociones y gestiona el juicio y la lógica entre otras actividades básicas aún está en desarrollo y cuanto más cortisol y noradrenalina y más tiempo estén presentes estos neurotransmisores del estrés peor para el desarrollo de su cortex prefrontal.

De nuevo, tener un lugar donde relajarse y desprenderse de ese estrés es crucial en la adolescencia. Su casa, su salud, su desarrollo.

Su cuarto, su templo

Tú estás en el salón porque es tu casa son tus normas y ahí puedes estar agusto. Nadie va a decirte qué ver en la tele, si encender la luz o no o si debes estar en el salón para empezar.

Si tu hij@ aparece posiblemente lo primero que hagas sea evaluar si debe estar ahí o si tenía que estar estudiando por ejemplo. No se le permite moverse con libertad en su propia casa.

Tu hij@ queda relegado a su cuarto que es el único lugar donde tiene un poco de autonomía y de sentido de pertenencia. Es el único lugar en el que puede relajarse… o intentarlo porque madres y padres podemos ser muy intrusivos y abrir la puerta en cualquier momento. 

Cuando logra estar en su cuarto sin interrupciones, nadie le juzga, él/ella decide, gestiona (bien, mal o regular) su tiempo, nadie le da órdenes, puede ser como quiere en ese momento.

La adolescencia es tiempo de descubrimiento de sí mismo y de su cuerpo. Eso fuerza a necesitar introspección. Además de ratos con pestillo para que nadie abra, no nos vamos a engañar.

Si pudiese ser más como es, sin críticas, sin juicios, sin órdenes, con voz, con voto… podría sentirse en su salón y querría pasar más tiempo en familia.

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