Todos sabemos que un médico te pregunta los síntomas que tienes para tratar de averiguar la raíz del problema. Eso es lo que más le importa porque es la forma de ayudarte a sanar de verdad.
En la educación de tu hijo, más aún en la adolescencia, funciona igual, lo malo es que nadie nos ha enseñado a traspasar la superficie, pero ahí es donde podrás ayudar a tu hija mejor.
No reacciones ante los síntomas
No importa qué tipo de síntomas, si no conoces de dónde vienen, no reacciones ante ellos. Tu hij@ se distrae continuamente cuando estudia, responde mal en casa, no tiene amigos, se aísla en su cuarto, se esfuerza pero suspende, ha empezado a consumir drogas, se escapa de casa… Como ves, no me quedo solamente en síntomas leves.
Cuando ves o te enteras de cualquier cosa que tu hijo está haciendo y no es buena la tendencia es a intervenir inmediatamente. Tratas de cortarlo. El problema es que no lo estás cortando de raíz, lo que estás haciendo es quitar la rama que sobresale. Sin embargo, el problema persiste.
Por eso es tan común que en las casas se repitan los mismos castigos y las mismas discusiones por las mismas cosas continuamente. Parece la rueda de hámster, siempre dando vueltas a lo mismo.
Ese bucle no ayuda a nadie y sí desespera a todas las partes. En el fondo todos sabemos esto. Entonces, ¿por qué sigues igual? Podemos destacar varias razones:
- No has aprendido otra forma. Siempre digo lo mismo, cuando nos convertimos en padres nos dan las sesiones de preparación al parto y durante el primer año de vida tenemos más acompañamiento a nivel de salud con la pediatra. Después… ¡Buena suerte!
- No logras controlarte en esos momentos. En el cole nos enseñaron muchas cosas, pero la inteligencia emocional no se encontraba en las asignaturas de ningún curso.
- No eres consciente de que hay más. Tampoco nos enseñaron mucho sobre psicología de pequeños… ni de mayores. Por lo tanto, es fácil que las hojas tapen el árbol y no siempre seas consciente de que puede haber algo más profundo que los síntomas que estás viendo.
Propongo una situación en la que sí rige la regla de intervenir de forma inmediata, cuando existe un peligro real e inmediato para tu hijo o para otras personas. Lógicamente en estos casos, lo primero es intervenir y después ya buscaremos la raíz de esa conducta.
Agradece y entiende los síntomas
Los síntomas le dan pistas al médico de lo que puede estar sucediendo. A partir de ahí sabe qué tipos de pruebas puede empezar a hacer para tratar de averiguar lo que está causando esos síntomas.
En el caso de la educación de tu hijo adolescente, cada conducta que tiene, cada cosa que hace o deja de hacer te está dando pistas de por dónde puedes profundizar.
Dos adolescentes pueden ir mal en los estudios por razones muy diferentes y su conducta te dará esas pistas para que sepas qué investigar. Por ejemplo y por poner casos sencillos de entender, los dos suspenden, pero uno se esfuerza y le echa horas mientras que el otro se escaquea todo lo que puede y pasa de todo.
En el primer caso es posible que no sepa organizarse ni tengas técnicas de estudio adecuadas. Aunque también es posible que tenga una falta de confianza en sí mismo que bloquee ciertas áreas de su cerebro necesarias para aprender. Existen unas cuantas opciones más y, por supuesto, también puede ser una mezcla de varias.
Lo que queda claro aquí es que no vas a ayudar a tu hija igual si simplemente necesita organizarse mejor que si hay una autoestima baja que le está bloqueando.
Lo mismo ocurre en el segundo caso, el que pasa de todo podría tener muchos motivos diferentes para mostrar esa actitud.
En cada caso, toca investigar, agradecer los síntomas que muestra su conducta porque te permiten identificar que tu hija puede tener un problema mayor y hacer todo lo posible por entenderlo para poner remedio a la enfermedad y no solo a los síntomas.
Potencia ciertos síntomas
Sí, hay veces en los que habrá que potenciar algunos síntomas. Una de las claves de la terapia cognitiva conductual es racionalizar aquellas circunstancias que nos están generando dolor. En otras palabras, cuando entiendes algo es más sencillo y estás mejor preparada para superarlo.
Como madre o padre, puede ser muy duro ver a tu hija pasándolo mal. En esos momentos, te dan ganas de cortar esos síntomas restándole importancia o simplemente dándole ánimos. Quieres sacarle de ese lugar oscuro y tratas de arrojar luz.
¿Qué consigues de esa forma? En el mejor de los casos, logras que tu hijo se sienta mejor en ese momento. Aunque el problema no se ha ido a ningún sitio, sigue ahí y volverá a salir. En el peor de los casos, el problema sigue ahí y, además, tu hija no se siente comprendida por ti por lo que está sola ante la situación que la esté atormentando.
Toca meterte en el lugar oscuro, cerrar la puerta y afrontarlo. Hablar de ello. Llorar. Gritar. Dejarle soltar todo lo que tenga que soltar. Ayudarle a entenderlo, que no quiere decir explicárselo y dárselo hecho. Quiere decir ayudarle a que integre en su cabeza sus emociones, sus pensamientos, sus acciones y sus resultados.
Esa es una forma de potenciar los síntomas para ver qué esconden realmente en lugar de tratar de ocultarlos.
Por supuesto, cuando sientas que no eres capaz de ayudar a tu hijo por tu cuenta, acude a un profesional. El no verse capaz de ayudar a sus hijos en muchas ocasiones lleva a madres y padres a sentirse mal. Piénsalo así, localizando a un profesional que sí sea capaz de ayudarle y abriéndole esa puerta ya estás ayudando a tu hijo.