La primera reacción normal ante la idea de que, como madre o padre, estés dañando la autoestima de tu hij@ puede ser algo así: «Yo no, nunca haría eso», «Eso serán otros», «Qué pena que cualquiera pueda ser padre y castiguen la autoestima de sus propios hij@s».
Te animo a leer este artículo teniendo presente esta pregunta: ¿Y si yo estuviese cayendo en alguna de estas cosas sin darme cuenta?
Esto es clave, si lo hicieras aposta lo más probable es que no estuvieras leyendo este blog y, por tanto, no tendría sentido que lo escribiese. La realidad es que hemos heredado muchas costumbres que son muy mejorables y vivimos en un tiempo en el que el estrés es parte de nuestro día a día con las consecuencias que esto tiene.
1. Nunca es suficiente
Esta misma frase me la decía un alumno que estaba en 2ª de bachillerato sacando lo que muchos considerarían buenas notas aunque patinase en alguna y que se planteaba estudiar física o medicina. Su madre estaba preocupada por el chico pensando que necesitaba centrarse y esforzarse más.
Da igual lo que haga tu hij@, puede ir fatal en los estudios o sacar notables, puede ser organizad@ o tener el cuarto hecho un desastre, puede caer en las drogas o ser muy sano… Da igual que tu hij@ sea casi un sant@, siempre vas a ver cosas que debe mejorar y cosas que directamente hace mal.
Es una parte de ser madre/padre, quieres lo mejor para tu hij@ y eso te lleva a poner una lupa en lo que no hace bien o en lo que puede hacer mejor. Eso está bien, el peligro es desnivelar la balanza y no destacar nada o muy poco de lo que hace bien.
Su autoestima está totalmente influenciada con cómo percibe que los otros le ven. Entre ese «los otros», su madre y su padre son casi siempre los más importantes por mucho que en la adolescencia se quieran alejar del nido. Si percibe que nunca es suficiente para ti, inevitablemente le afectará y su autoestima caerá.
Pon la lupa también en todo lo bueno que tiene y que hace. Destácalo, poténcialo, no sirve con estar orgullos@ de tu hij@, muéstráselo.
2. Soluciones inmediatas
«Qué fácil es ver la paja en el ojo ajeno», eso es lo que me decía siempre una madre que ha estado haciendo coaching conmigo cada vez que le planteaba una forma en la que criticaba a su hija mientras que ella estaba haciendo lo mismo en otro aspecto de su vida.
Efectivamente, puede ser muy fácil ver lo que tu hij@ está haciendo mal y más aún ver lo que debería hacer. En realidad, eso no es algo exclusivo de madres y padres. Todos los que están en el bar saben perfectamente lo que se debe hacer en ese partido y por supuesto mejor que el entrenador de fútbol que gana millones por hacer su trabajo. Sucede lo mismo en política, en la crisis de pareja de tu amig@ o en el trabajo en el que tu amig@ está mal.
La cuestión es que, cuando tu hij@ te empieza a contar un problema, cuando no logra ir bien en los estudios, cuando no tiene claro lo que quiere hacer… Tu cerebro inmediatamente busca una solución y le dices lo que debe hacer. Evidentemente, no suele ser una solución meditada, suele ser más bien una solución improvisada.
Lo más probable es que pasen una de 2 cosas, que sea algo bastante lógico que claro que tu hij@ ya sabe pero no es tan fácil llevar a la práctica para él/ella o que no encaje en su situación.
En cualquier caso, has perdido una oportunidad maravillosa para ESCUCHAR y CONECTAR con tu hij@.
3. Negación de emociones
Las emociones son difíciles de controlar por mucho que nos engañemos diciendo que nosotros las controlamos. En la adolescencia las emociones son aún más difíciles de gestionar y, además, alcanzan una intensidad muy superior a cuando somos adultos.
Por ejemplo, un alumno me decía en una sesión que había discutido con una amiga y que era el final de la amistad. Estaba realmente afectado. Como puedes sospechar, al día siguiente volvían a ser amigos. En la misma semana discutieron de nuevo y me decía que esa era la definitiva. Tampoco lo fue y volvieron a ser amigos.
Es fácil ver eso desde la mentalidad de un adulto y decirle a tu hij@ en una situación así que eso no es nada y que seguro que mañana se arreglan. Sabes que es lo más probable y lo dices por su bien, para que no pase el mal rato que está pasando. Sin embargo, lo que estás haciendo es madarle este mensaje: tus emociones no importan y por lo que te estás preocupando es una tontería.
No debes negar las emociones de tu hij@ porque pienses que sean irracionales, todas las emociones son irracionales. Valida lo que está sintiendo, escúchale y deja de decirle que no es para tanto.
4. Falta de interés
Siempre cuento esta historia. Soy instructor de capoeira y, hace años, en la boda de un amigo (también de capoeira), vi con sorpresa que su padre conocía el nombre de algunos mestres de la historia de ese arte marcial. Me sorprendió el interés del padre por un hobbie del hijo. Mis padres no tenían ese interés.
Puedes pensar que tú sí y ójala sea cierto. ¿A tu hij@ le gusta Harry Potter? ¿Cuántas pelis has visto? ¿Cuántos personajes conoces? ¿Cuántas conversaciones tienes con tu hij@ sobre Harry Potter? Lo mismo podría decir de fútbol, baile, música o cualquier actividad.
Haz de lo que es importante para tu hij@ algo importante para ti por el simple hecho de que es importante para él/ella y porque eso es una vía de conexión que ambos necesitáis.
5. Imposición de opiniones
El sol sale y se pone cada día. Con el conocimiento que tenemos, creo que eso no es opinable, es un hecho. 2+2=4 también es un hecho. Hay en ciertas cosas que la opinión no tiene lugar y la verdad es universal. En pocas cosas.
La ropa que es mejor para tu hij@, sus amig@s, sus estudios, la dedicación a sus hobbies, su pareja, etc. no son buenos o malos en sí, son opiniones. Tu opinión NO es más válida que la de tu hij@, NO la impongas.
Aquí cabe una excepción, en ciertas cosas, pocas cosas, cosas en las que haya un peligro inminente para su salud, pon límites e impón tu opinión. Elige muy bien los límites que pones.
Un último detalle, piensa que los estudios en muchas ocasiones y cada vez más están creando ansiedad y otros trastornos derivados del estrés en los adolescentes.