Después de repetirle a tu hij@ varias veces que tiene que ponerse a estudiar por fin consigues que se levante del sofá. Vas a ayudarle y te sientas con él/ella. Saca los libros y cuadernos, pero no parece tener muy claro qué deberes tiene que hacer hoy. Finalmente lográis empezar, pero, cuando sólo han pasado 2 minutos, ya está a por uvas. Se distrae y empieza a hacer el tonto. Le dices que pare y se concentre, pero 1 minuto después está igual.
Empiezas a notar un no sé qué que parece que alguien esté encendiendo una chimenea dentro de ti porque estás ardiendo y echas humo. ¡Te saca de quicio! Y, claro, viene la bronca y el castigo si hace falta. Al final te vas y no ha hecho los dichosos deberes.
¿Te suena?
Tu hij@ no te saca de quicio, tú te sacas de quicio
Ten esto muy presente:
Si tu hij@ te saca de quicio, él/ella tiene más poder que tú sobre ti mism@.
La cuestión es que tú le estás dando ese poder. ¿Por qué? Porque estás permitiendo que tu hij@ controle la situación.
Me explico, tu objetivo en ese momento es que tu hij@ estudie o haga los deberes. El objetivo de tu hij@, consciente o inconscientemente, es evadirse, librarse, escaparse del sufrimiento y el aburrimiento de los estudios.
¿Quién gana?
En el mejor de los casos ninguno de los dos gana porque al final, aunque has logrado que haga los deberes, el precio es demasiado alto con discusiones y estrés. Además, has hecho tú la mitad por lo menos y al estudiar o hacer los deberes de esa forma en realidad no ha aprendido nada y se supone que ese es el principal objetivo de los deberes. Lo peor de todo es que mañana, como el día de la marmota, se repetirá todo de nuevo.
En el peor de los casos, no has logrado que haga los deberes y has pagado el mismo precio más el de la frustración del fracaso.
Aquí me surgen 2 cuestiones, ¿te merece la pena ese desgaste? Y, ¿cómo lo evitamos?
Prefiero dejar que respondas tú a la primera pregunta, aunque me imagino por dónde irá.
Voy a tratar de responder mejor a la segunda pregunta en breve, pero antes, vamos a ver cómo nace ese fuego. Por qué te alteras y te sacas de quicio.
Expectativas y presente fantástico
Como madre/padre corres un gran riesgo de vivir demasiado a menudo en el mundo del «debería»:
- Mi hij@ debería estudiar más.
- Debería hacer los deberes sin decírselo.
- Debería haberse preparado ya el examen.
Y del «no debería:
- No debería tener que ayudarle con los deberes a estas alturas.
- No debería tener que decirle 7 veces que vaya a estudiar.
- No debería tener que estar detrá comprobando si ha estudiado de verdad.
El error está en vivir en el «debería». Nuestro cerebro es impresionante, la máquina más compleja y avanzada que existe en el universo conocido. Sin embargo, tiene sus cosas, no es capaz de diferenciar lo que es real de lo que no. Si se imagina algo, especialmente si lo imagina con cierta intensidad, lo vive como realidad.
Esto nos lleva a lo que llamo el presente fantástico. Ahí es dónde está tu cerebro en una fantasía que representa lo que tu hij@ debería estar haciendo. Tu cerebro vive esa fantasía como si fuese cierta, pero… A la vez está viendo la otra realidad, la de ahí fuera, la de que tu hij@ no está haciendo esas cosas.
Ahora está viviendo dos realidades opuestas a la vez. Eso genera el cortocircuito, la chispa que prende la llama y por la que empiezas a arder y a desesperarte.
¿Cómo evitar que te saque/s de quicio?
Observa la realidad. Ya la conoces, pero ¿la has observado con suficiente profundidad?
La realidad puede reducirse a «mi hij@ no hace lo deberes si no le digo nada». Ahora saca el microscopio y mira qué hay detrás, profundiza. Es decir, pregúntate por qué, qué está fallando.
- Puede ser que tu hij@ no tenga ni idea de estudiar y huya de ello porque se siente inútil.
- Puede que esté absolutamente desmotivad@ con los estudios, que no sea capaz de entender para qué le van a servir y sienta la necesidad de rebelarse contra una especie de opresión que le obliga a hacer lo que no quiere y no ve útil.
- Puede que piense que es tontería hacer los deberes si después lo que cuenta es el examen.
- Puede que crea que no tiene suficiente capacidad y tema enfrenstarse a ello.
Hay un millón de opciones y ten en cuenta que da igual si estás de acuerdo o no. Mientras eso sea una realidad en la mente de tu hij@ le seguirá deteniendo de hacer lo que «debería».
Además, ¿quieres ayudar a tu hij@? La mejor forma es ayudarle desde su realidad. No desde la tuya.
Ahora que has observado mejor la realidad viene el paso más difícil, ACÉPTALA.
Llueve y no me gusta, pero lo acepto porque sé que es lo que hay. No está en mi mano y, lo mejor de todo, si lo observo desde la aceptación puedo usar la lluvia para cultivar (ver utilidad) o inventar un paraguas para protegerme de ella (evitar que me dañe).
Ahora que lo aceptas, estás en disposición de empezar desde ahí y no desde tu presente fantástico.
Ahora, puedes ver que, gracias a eso, puedes ayudar a tu hij@ a ganar una confianza que no tiene. Puedes darle mejores herramientas. Puedes empatizar y fortalecer vuestra conexión.
Ahora, puedes verlo con perspectiva y mantener la calma en el proceso. Así te proteges porque ya sabemos que el estrés no te va a hacer bien, proteges a tu hij@ de ese mismo estrés y proteges vuestra relación, 3×1, ni el Carrefour te va a dar una oferta mejor.